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Los vigilantes del ruido

El avance imparable de la tecnología añade, día a día, nuevas aplicaciones para mejorar nuestra calidad de vida. La robótica, la programación, los teléfonos inteligentes… son las últimas novedades, incorporadas recientemente a las aulas. En este artículo hablaremos de cómo la combinación de estos elementos puede usarse para medir el nivel de ruido en el entorno escolar.

Muchas veces no somos conscientes del ruido que nos rodea, pero este tiene efectos importantes sobre la salud. Convivir con el ruido nos genera estrés, nerviosismo o agresividad, y disminuye nuestra motivación. Afecta además a nuestro rendimiento, aumenta los errores y accidentes y dificulta la capacidad de concentración. La contaminación acústica nos impide comunicarnos y nos obliga a elevar el tono de voz, con lo que aumentamos el ruido.

España es el segundo país más ruidoso del mundo, después de Japón. Más de nueve millones de ciudadanos soportan niveles de ruido nocivos para la salud. Por encima de 140 dB el sonido provoca dolor en nuestros oídos, pero ya una exposición continua a sonidos de 90 dB puede causar pérdida de audición. De hecho, la OMS recomienda que el nivel de exposición al ruido, en el lugar de trabajo, no supere los 85 dB, durante un máximo de 8 hora diarias. Además recomienda que el valor límite en las aulas escolares no supere los 35 dB durante la clase, porque, por encima de ese límite, el ruido puede provocar: “ Interferencia en la comunicación, perturbación en la extracción de información e inteligibilidad del mensaje.” En zonas de recreo escolares, valores por encima de los 55 dB durante el período de ocio-juego, pueden causar malestar cuando el sonido proviene de fuentes externas. La duración de la exposición al ruido contribuye al nivel total de energía acústica que se acumula en un espacio temporal.


Existe una relación inversa entre el volumen del sonido y los niveles de tolerancia admisibles. Según la OMS para que esté exenta de riesgos, la duración admisible de la exposición a un sonido debe disminuir a medida que aumenta el volumen del mismo.

Pero, también nuestras costumbres, educación y temperamento están muy ligados al ruido. Y a veces pueden resultar problemáticos ¿Qué ocurre si el ruido lo generamos nosotros cuando hablamos al mismo tiempo que los demás, o elevamos en exceso la voz para ser escuchados? ¿Molestamos? ¿Qué ocurre si los niveles a los que estamos expuestos están, todos los días, por encima de lo recomendable? Y si ese lugar es un aula, ¿repercutirá en el aprendizaje, en la comprensión lectora y oral, y en nuestro bienestar?.

Podemos cuidar nuestra salud y la de los demás regulando el volumen de nuestra voz, limitando el volumen de nuestros auriculares o alejándonos de las fuentes de ruido fuerte. Recordemos que la pérdida de oído es irreversible y no sólo se produce con la edad. En los anuncios publicitarios suelen aparecer personas mayores co

n problemas auditivos, pero estos pueden darse a cualquier edad (los jóvenes que utilizan auriculares , asisten a conciertos o discotecas donde la música está a volúmenes altos, o trabajan con máquinas que los generan, están también expuestos serios riesgos de perder audición.)

Decididos a estudiar este problema en nuestro entorno escolar, y con el objetivo de medir y comparar los niveles de ruido con los que convivimos diariamente, hemos utilizado la tecnología, concretamente la app Science Journal, para obtener los datos en decibelios.


Las siguientes ilustraciones muestran los resultados obtenidos en dos espacios diferentes: en la cafetería durante el recreo y en una de las aulas durante una clase, escogida especialmente para este estudio.

En cada ensayo se han recogido datos en intervalos de 10 segundos y 20 segundos. El tamaño de la muestra obtenida en cada medición oscila entre 100 y 600 datos. Las mediciones se han obtenido grabando el sonido directamente con el móvil, ubicando varios dispositivos de forma simultánea en lugares estratégicos para poder obtener datos significativos.

En la imagen se muestra un ejemplo con los datos estadísticos en una de las mediciones en la cafetería:


En prácticamente todas las mediciones realizadas en la cafetería, la intensidad en dB supera los 55 recomendados por la OMS para los lugares de ocio-recreo.

La gráfica anterior muestra en el eje horizontal, las medidas en decibelios y en el eje vertical la frecuencia de esa intensidad de sonido. La frecuencia de color indica la existencia de valores de dB muy próximos, obteniéndose así un código de barras donde la intensidad de color coincide con la intensidad de ruido. La aplicación Sciencie Journal recoge datos con más de diez cifras decimales y permite exportarlos a cualquier hoja de cálculo, también a GeoGebra, donde se han calculado los parámetros estadísticos más relevantes.

En este ejemplo concreto, el ruido más frecuente alcanza valores próximos dentro del intervalo 60 dB - 65 dB, y supera los 70 dB en varios instantes. Como vemos, son niveles bastante superiores a los 55 dB recomendados como máximo por la OMS.


Ejemplo de datos de aula en una de las mediciones.


En vista de los resultados, un equipo de alumnos del instituto de Barro, aprovechando los sensores de los robots, ha programado un robot para avisar en aquellos momentos en los que se superaba el umbral máximo de decibelios recomendado en clase, con alarmas sonoras y lumínicas. Con ello se pretendía disminuir el sonido existente en el aula para permitir un ambiente saludable y una mayor concentración. El experimento, todavía poco riguroso, ha dejado patente la necesidad de respetar y cuidar los entornos escolares por parte de sus propios protagonistas.


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